15 mar La sexualidad en personas con discapacidad intelectual
Tradicionalmente la sexualidad en personas con discapacidad ha estado envuelta en mitos y tabús que alejan a este colectivo de vivirla con la naturalidad con la que se debería hacer. Al negar esta faceta de su vida se propician experiencias dolorosas y desinformación que puede derivar en conductas de riesgo.
Para arrojar un poco de luz sobre este tema, muchas veces silenciado, hemos preparado este post.
Mitos en torno a la sexualidad y la discapacidad
La sexualidad en personas con discapacidad intelectual ha sido discriminada y olvidada y, muchas veces, ha estado señalada por conductas negativas, mitos, estereotipos y falsas creencias sin ningún tipo de base científica que las sustentase. Todo esto ha llevado a cohibir el derecho a la libre expresión de la sexualidad de estas personas.
Las personas con discapacidad no pueden tener relaciones sexuales
Desde siempre, se ha negado o escondido la sexualidad en las personas con discapacidad, intentando incluso apartar a este colectivo de algo tan natural y humano. Aunque muchas veces se hace con buena intención, en un intento de sobreproteger a estas personas, lo cierto es que son conductas que se han estigmatizado y han hecho que se etiqueten a las personas con discapacidad intelectual como no aptas para la libre expresión de sus experiencias sexuales.
Las personas con discapacidad intelectual son asexuales
Por otro lado, existe una tendencia a infantilizar a las personas con discapacidad intelectual que no les ayuda a poder ejercer su derecho a la libre expresión de su sexualidad. Es habitual hablar de estas personas como “niños eternos”, dando a entender que no tienen necesidades sexuales. Sin embargo, no podemos olvidar que también experimentan emociones y deseo sexual. Y, por lo tanto, tienen las mismas necesidades a nivel afectivo que el resto de seres humanos.
La sexualidad de las personas con discapacidad está descontrolada
Es curioso como también existen creencias totalmente opuestas a estas que acabamos de mencionar, en las que se ve al colectivo como personas con conductas impulsivas y peligrosas. También hay quien piensa que si se les ofrece educación afectivo-sexual se va a despertar su sexualidad dormida y va a desembocar en algo incontrolable. Cuando está claro que es, precisamente, la falta de educación sexual la que puede provocar conductas desajustadas, tanto en personas con discapacidad como sin ella.
Por ello es importante recordar que sexualidad y discapacidad intelectual no son dos términos que deban ir separados. La sexualidad dentro de este colectivo no es mejor ni peor que en los demás. Es la suya propia y la viven y experimentan a su manera.
Educación sexual en personas con discapacidad intelectual
Contra la desinformación, la mejor solución es siempre la educación. Por eso, si queremos romper con estos mitos, es necesario ofrecer una educación de calidad sobre sexualidad y discapacidad a la que puedan acceder tanto las personas con discapacidad intelectual, como sus familias y profesionales.
Por un lado, puede ayudar a los familiares a entender que es un derecho de las personas con discapacidad y, como tal, pueden ejercerlo libremente. Es importante que en los hogares se cree un espacio seguro en el que poder hablar de sexualidad con naturalidad para que las personas con discapacidad intelectual sientan que tienen un apoyo en su casa. Además, la familia y los profesionales deben coordinarse, compartir información y tener un objetivo común para acompañar a la persona en el desarrollo de su sexualidad.
Por otro lado, la educación sexual le da a las personas discapacitadas las herramientas que necesitan para ejercer su sexualidad de forma sana y segura. En general, las personas con discapacidad intelectual cuentan con menor información, la que se les ofrece es insuficiente e inadecuada y los apoyos que se les dan no llegan. Por eso, tienen muchos menos conocimientos sobre sexualidad y salud sexual que los lleva a interacciones sexuales insatisfactorias e incluso dificultades de identidad sexual.
Además, es importante mencionar que las personas con discapacidad intelectual, y más aún mujeres y niñas, suelen estar expuestas a un mayor riesgo de violencia y de abusos sexuales. Hay estudios que muestran que la incidencia de abuso sexual es hasta tres veces mayor que en sus iguales sin discapacidad. Conocer conceptos como el consentimiento, o diferenciar qué está bien y qué no, es clave para que sean capaces de identificar posibles situaciones de abuso.
Cómo abordar la sexualidad en personas con discapacidad intelectual
Como familiares o acompañantes de personas con discapacidad hay una serie de conductas que podemos llevar a cabo para gestionar de forma positiva la sexualidad en la discapacidad. Algunas de ellas son:
- No negarles su sexualidad. El silencio no protege, sino que genera vulnerabilidad. Hay que estar abiertos a hablar del tema y con disposición para responder sus preguntas. Es la mejor forma de que tengan la información que necesitan.
- No infantilizarlos ni sobreprotegerlos. Las personas con discapacidad son también personas adultas con derecho a la intimidad y a tener una vida sexual plena.
- Darles libertad para decidir. Motivarlos a que expresen sus experiencias y gustos sabiendo siempre que existe la posibilidad de decir que no.Es importante que no se olviden que no es correcto que alguien se aproveche de su situación de dominancia.
- Evita centrarte únicamente en la prevención de riesgos. Está bien que conozcan los riesgos a los que se pueden exponer, pero no hay que incidir solamente en la parte negativa. Trabaja también desde las posibilidades.
- Favorecer espacios, tiempos y formas. Darles a las personas con discapacidad un lugar en el que poder expresarse, interactuar y disponer de la intimidad que necesitan. Casi todas las expresiones adecuadas de sexualidad se presentan en espacios de intimidad. Si carecen de ese espacio, es muy difícil que puedan expresar su sexualidad.
En definitiva, se trata de facilitar que las personas con discapacidad intelectual puedan expresar su sexualidad. Este colectivo, igual que todas las personas, tiene sus propias maneras de vivirla y todas deben ser respetadas y aceptadas por su entorno. Además, si necesitan apoyo, es imprescindible prestárselo. Pero siempre desde la ética de que las conductas son libremente elegidas y no generen perjuicios a terceros.
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